martes, 19 de septiembre de 2017

#8 Fausto

Faust I (1808, Goethe)
J. G. Cotta'sche Buschhandlung
[Dominio público], via Wikimedia Commons

Faust

Autor: Johann Wolfgang von Goethe
Año: 1808-1832.
Género: Teatro




Después de dedicarle meses a esta obra,... ¡qué pena que me dan los bachilleres alemanes!


Fausto son dos obras de teatro, conocidas como Fausto I y Fausto II. En la primera, conocemos a Fausto, un profesor que vende su alma a Mefistófeles a cambio de recuperar la juventud y conquistar el amor. Va por la calle, se siente atraído por la joven Margarita a la que acaba seduciendo con la mediación de una vecina un poco alcahueta. Él mata al hermano de la chica. Ella mata a su hijo, la encarcelan y al final ella muere. Fin del Fausto I. Argumento, para mi gusto, que no supera el folletín.

La cosa no mejora en el Fausto II. Mefistófeles y Fausto visitan lugares míticos, con personajes simbólicos, todo muy serio y estirado. Aquí, Fausto se enamora (es un decir, claro, sólo le atrae físicamente, no la conoce en absoluto) de la mítica Helena de Troya. Acaba teniendo un hijo con ella, hijo que muere y ella desaparece. Genial, ¿no? Él es quien peca y ellas las que resultan castigadas.

Al final, cuando parece que Mefistófeles por fin va a cobrarse el alma prometida, Margarita intercede y salva a Fausto, en medio de un delirio religioso.

Ese es básicamente el argumento.

Los personajes son tan arquetípicos que nunca tienes la impresión de ser de carne y hueso. Las mujeres son meras muñequitas recortables. Cualquier parecido con una mujer de verdad, es pura coincidencia.

La ambientación, supuestamente medieval primero y luego en un mundo mítico, tampoco da para mucho. Estilizado y nada realista. Posiblemente, en una representación teatral, gane mucho.

En cuanto al estilo, es bastante pesado. Goethe era de los de no digas en cuatro palabras lo que puedas decir en cuarenta. Un ejemplo al azar. Un personaje dice:

«Eterno fuego de delicias, férvido lazo de amor, hirviente dolor del pecho, espumante placer divino. Flechas, traspasadme; lanzas, sometedme; mazas, magulladme; rayos, heridme, para que se volatilice todo lo vano, para que luzca la estrella perenne, foco de eterno amor»

Vamos, si no te has echado una cabezadita al segundo renglón, eres mi heroína.

En la contraportada de mi edición Cátedra dicen que «El Fausto II es una obra de lectura difícil, casi para minorías selectas, y de representación aún más complicada por los problemas de escenificación que supone».

Si esto es así, reconozco que me ha derrotado. No pertenezco a la minoría selecta. Quizá sea demasiado difícil para mí.

He leído otros libros difíciles. No obstante, aunque no los haya disfrutado, al menos entendía por qué eran considerados obras maestras de la literatura. Con este pestiño, no lo entiendo.

Para mí, el problema de Goethe es que buscaba tener conocimiento del mundo, de la naturaleza humana, pero no era científico sino artista. Consecuencia: como artista aporta muy poco a las siguientes generaciones, y como «sabio», pues no aporta nada ya que el pobre vivió en una época en que el método científico estaba sólo en sus primeros pasos. No sé si soñó con ser el Newton alemán, pero no tenía la cabeza ni el método para ello.

Así que vuelvo a lo que dije al principio, ¡pobres adolescentes alemanes si les hacen leer esto en el instituto...! Comparad con lo que, quizá, pongan a leer a los chavales de otros países. Para no salir del género teatral, veamos,... a los chavales británicos les harán leer a Shakespeare, a los franceses a Molière, y a los de aquí, La Celestina, o Lope de Vega o Calderón. En mi modesta opinión, no hay color.

            Por no mencionar los grandes clásicos de la literatura grecorromana. Esquilo, Sófocles, Eurípides,... Grandes temas, impresionantes en su simbolismo y trascendencia, sin que la solemnidad se «coma» al drama. La fuerza de Antígona no está sólo en lo que ejemplifica, sino en lo que dice, hace y piensa esta mujer,... en su desgarro interior, en que ves (y no puedes dejar de ver y sentir) que es una mujer dividida entre su deber y sus emociones.

Las obras de todos esos dramaturgos de Europa occidental me siguen pareciendo entretenidas en sus argumentos, con personajes creíbles, vivaces, y un estilazo que es un placer leer o escuchar declamados. Primero te entretienen; luego te conmueven como ser humano; al final, estimulan tu intelecto, haciéndote pensar en cosas más trascendentes sobre el hombre, la sociedad, el mundo.

Al lado de estos grandes, lo siento, el Fausto de Goethe palidece y acaba siendo un entretenimiento rococó.

Lamentablemente, pues, no conecté con este libro. Fui incapaz de encontrarle el mérito. Me pareció aburrido hasta decir basta. Y pretencioso. Quizá quería hacerlo tan trascendente, tan simbólico, que se olvidó de que el drama, al fin y al cabo, exige un mínimo de historia y unos personajes potentes.

Tampoco descarto la posibilidad de que se me escapasen muchas referencias, y no pudiera apreciar la estructura,... O sea, que igual es mi cerebro, que no da más de sí. Aunque tengo mi culturilla, no lo sé todo. Puede ser, simplemente, demasiado hermético para mí.

O igual es sólo que, a estas alturas, las mujeres tópicas en la Literatura me cansan bastante. Puedes decir que «el eterno femenino», la mujer como un ideal redentor es algo propio de la época pero,.... Lo siento. Antígona, y Clitemnestra, y Andrómaca nos ofrecen sus corazones palpitantes... Melibea es real, más lúcida que su Calixto,... las mujeres del Quijote, cada una a su manera, piensan, razonan y sienten como seres humanos completos y no como meras referencias de otros hombres. Por no hablar de las estupendas mujeres de Pérez Galdós, en las que encontrarás a muchas conocidas.

No, estoy cansada de la excusa de que «aquella época era así» porque, ¿sabéis? Otros escritores de siglos pasados sí que eran capaces de crear personajes femeninos auténticos. Así que ya no estoy dispuesta a considerar obra maestra este tipo de historias. No pueden estar diciendo nada verdaderamente trascendente sobre la condición humana cuando reduce a la mitad de la Humanidad a un mero cliché.

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