domingo, 15 de octubre de 2017

#13 La pasión de Juana de Arco


En FilmAffinity

La passion de Jeanne d’Arc
Año: 1928
País: Francia
Director: Carl Theodor Dreyer


El rostro humano como abismo en el que perderte.

            Suelo decir que a unos les gustan las pelis y a otros, el Cine como arte. Yo soy afortunada y disfruto de las dos cosas, pero entiendo que haya gente a quien el cine mudo no le diga nada.

Porque esto es Arte, con mayúsculas, pura estética, hondura y drama que tienes que captar con paciencia. Y eso no le va a todo el mundo.

Aquí lo importante no es lo que te cuenta sino cómo te lo cuenta. La historia es archisabida. A Juana, que luchó vestida de hombre en los ejércitos franceses, la capturan y la llevan a Ruán, dominado por los ingleses. La someten a juicio eclesiástico como hereje y al final acaba quemada en la hoguera.

A lo largo de una hora y pico, ves a una joven simple y analfabeta interrogada por hombres duros, que la engañan, la presionan, la amenazan con torturas, se burlan de ella y, al final, la queman en la hoguera.

Como toda obra de arte, puede provocarte lecturas cercanas a tus circunstancias y preocupaciones personales, aunque no fueran las que el autor tenía en mente cuando la creó. Por eso son imperecederas, porque cada generación encuentra, en la misma obra, cosas diferentes.

Es muy fácil hacer una interpretación feminista: una mujer asaltada, abrumada, violentada y asesinada por el patriarcado.

O como una colisión de fanatismos: el delirio individual de una pobre enferma que oye voces, y el institucionalizado de quienes afirman la existencia del demonio como fuente de todo aquello que quieren reprimir.

Sea como sea, te lo cuenta con primerísimos planos que son, simplemente alucinantes. Cada uno de ellos valdría como una fotografía impresionante. No es una película dinámica, sino estática, de imagen tras imagen profunda, emocional.

La fotografía en blanco y negro se benefició de un tipo de película llamada pancromática, que captaba todas las longitudes de onda, todos los matices del gris, y por eso captaba a la perfección los rostros sin maquillar de sus actores. La pureza del rostro de María Falconetti (o Renée Jeanne Falconetti, como a veces se llamó a esta actriz) contrasta con los rostros deformes, con sus granos, sus arrugas, sus ojos perdidos en cuencas, de sus inquisidores.

Dreyer montó todo un decorado bien caro para la época. Pero no era para sacarlo en la película, sino para que los actores se sintieran rodeados de un entorno propio del siglo XV. Lo importante no es ese montaje, sino las personas.

Y luego están los encuadres, que en más de un momento recuerdan al expresionismo alemán (tanto cinematográfico como de las artes plásticas) de la época. Dreyer usa una y otra vez el contrapicado (tomas desde abajo) para enfatizar la perspectiva de la joven presionada por todos esos hombres que la rodean.

La historia de la película tiene su miga. Muchos nacionalistas franceses (oh, sí, el nacionalismo, esa ideología venenosa que destruye el entendimiento humano y la más elemental racionalidad) dudaba de que Dreyer, danés y no católico, pudiera tratar bien a su heroína nacional. Hubo protestas, como la del arzobispo de París, que logró que la censura hiciera cortes. En Reino Unido directamente se prohibió, porque los soldados ingleses en la película se burlaban de Juana y parodiaban la pasión de Cristo en una escena que les debió parecer muy fuerte porque, claro, los soldados británicos nunca han abusado de sus víctimas, y menos en la Edad Media (sarcasmo).

Lo siento, tíos, si hay cosas que hieren vuestro nacionalismo, igual lo que está mal no es la obra de arte que os ofende, sino vuestra ideología caduca, decimonónica e intrínsecamente perversa.

Sufrió la quema tanto del negativo original como del segundo montaje que hizo Dreyer a base de descartes.

Sin embargo, en los años ochenta, se produjo el milagro. En una institución psiquiátrica noruega apareció una copia del original de Dreyer, que es la que ahora puede verse, incluso por internet.

Lo mejor es ver esta película sin ninguna de las músicas que a lo largo de los años le han puesto. Muda, en silencio, con un ambiente monacal, centrada tu mirada sólo en ese puro blanco y negro de los rostros, dejándote impregnar de puro arte plástico. Casi como si estuvieras viendo fotos hiperrealistas de Nicholas Nixon (visité una exposición suya este septiembre pasado en la fundación Mapfre de Madrid y me dejó totalmente noqueada).


Es también una película de esas de “cine judicial” que es un subgénero por derecho propio. El guion se basó en las actas auténticas del proceso. Pero, en mi opinión, como el interrogatorio hay que seguirlo con los intertítulos, queda muy mermado. El cine mudo era un cine de imágenes, no de palabras.

Si te gusta el Cine, si te gusta el Arte, esta película es para ti. Si sólo quieres ver pelis que te entretengan, pues no, te parecerá un pestiño aburrido.

Para saber más: consúltese la Wikipedia, Film Affinity o la Internet Movie Data Base

No hay comentarios:

Publicar un comentario