sábado, 21 de abril de 2018

#37 Gran mezquita de Samarra

Alminar de la mezquita de Samarra
Por Izzedine (2009)
[CC BY 3.0], via Wikimedia Commons



Tipo de construcción: mezquita
Época: 848-851
Lugar: Samarra, Irak


Otro minarete de esos que ha entrado en los libros de historia

Ya hemos visto aquí unos cuantos ejemplos del arte islámico hasta la segunda mitad del siglo XI, o sea, de la primera parte del mismo: la Gran Mezquita de Damasco, el palacio de Qusayr ‘Amra, la mezquita-catedral de Córdoba y la Gran Mezquita de Kairuan

No hay que extrañarse, porque en materia de arquitectura, pintura y escultura estoy intentando seguir un orden cronológico y esta es justamente la época del máximo esplendor del mundo musulmán.

En esta primera fase, tres fueron los grandes centros creativos: el Damasco omeya, el abasí de Bagdad, y Al-Andalus.

El cambio de Damasco a Bagdad se produjo en torno a mediados del siglo VIII. Es cierto que no quedan demasiados restos de este segundo período, pero de lo poco que queda sobresale la gran mezquita de Samarra (Irak), ciudad que se adoptó temporalmente como nueva capital (836).

Se construyó a iniciativa del califa Al-Mutawákkil (846-852), que realizó otras construcciones en la ciudad, además de la gran mezquita. Fue en aquella época, la más grande del mundo; lo que queda, a día de hoy, es la muralla perimetral y el gigantesco minarete, llamado Malwiyya (ملوية‎), ya que el resto lo destruyó el jan mongol Hulagu en el siglo XIII.

Y ese es precisamente su rasgo más destacado, ese alminar o minarete único, retorcido, curvado hacia el cielo. Es una gran torre cónica de más de cincuenta metros de alto, con una rampa de ascenso que tiene peldaños, en forma de espiral. Realizado en piedra caliza, en origen estaba unido a la mezquita por un puente. 

Recuerda a los zigurats de la antigua cultura mesopotámica, aunque hay también quien cree que influyeron más las construcciones sasánidas. En cualquier caso, esta es una de las características de la arquitectura de este período abasí, la mayor influencia de las tradiciones arquitectónicas mesopotámicas y sasánidas.

Con lo cual se pone en evidencia, una vez más, que nada surge en el arte por generación espontánea. Siempre se ve influida por lo anterior, como evolución o como oposición.

Esta mezquita sirvió como modelo para otras, como la de Ibn Tulun en El Cairo y, ya en el siglo XX, para la Capilla de Acción de Gracias en la plaza homónima de Dallas (Tejas).

En 2007, la «Ciudad arqueológica de Samarra» fue incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y en su página web la describe de la siguiente manera:

Situada a 130 km al norte de Bagdad, a orillas del Tigris, esta ciudad fue la capital de las provincias del Imperio Abasida, que dominó durante más de un siglo el vasto territorio comprendido entre los confines de Túnez y el Asia Central. Extendida a lo largo de un eje norte-sur, con una longitud de 41,5 km y una anchura que oscila entre 4 y 8 km, la ciudad posee vestigios que atestiguan las importantes innovaciones arquitectónicas y artísticas realizadas en ella, que luego se extenderían por otras regiones del mundo islámico y más allá. Uno de sus monumentos más destacados es la Gran Mezquita del siglo IX, que posee un minarete en espiral. Queda todavía por excavar el 80% del sitio arqueológico.
A partir de la invasión de Irak en 2003, Samarra pasó de ser un principal centro turístico a un lugar donde personas y patrimonio corrían peligro. El incidente más grave tuvo lugar en 2005, cuando la parte superior fue dañada por una bomba. Según la policía iraquí, los insurgentes la dañaron porque los soldados estadounidenses lo usaban como puesto de observación.

Como siempre, para saber más, podéis empezar por la Wikipedia, aunque es verdad que la wiki en inglés tiene más información.

Puedes leer más en el blog de viajes Destino Infinito. Mónica G. Prieto firmó, en 2009, el artículo «Samarra, de Patrimonio de la Humanidad a patrimonio del horror» para  El Mundo (2009).

sábado, 7 de abril de 2018

#22 Música acuática, HWV 348-350

Händel (a la izquierda) con el rey Jorge I,
en barcaza sobre el Támesis escuchando la Música acuática
Por Edouard Jean Conrad Hamman (1819-1888)
[Dominio público] via Wikimedia Commons

Water music / Wassermusik


           


Compositor: Georg Friedrich Händel
Estreno: Londres, 17 de julio de 1717



Música cortesana y festiva, para no complicarse la vida.


17 de julio de 1717, el rey Jorge I de Gran Bretaña, de cincuenta y siete años, se sube en una barcaza en el palacio de Whitehall.

El viejo monarca está cansado de que su hijo le robe la atención de los londinenses. Este príncipe alemán llegó al trono británico gracias a las carambolas de la historia y el ansia inglesa de anteponer la religión a los derechos dinásticos o la conveniencia de un monarca nacional. Sus muchos años (para entonces) impacientaban al príncipe Jorge, por entonces de treinta y tantos, que entretenía la espera al trono con francachelas.

Quiso el rey demostrar quién mandaba aún, y para ello se le ocurrió dar un espectáculo inolvidable. Aquella tarde de verano, siendo las ocho, se subió en la barcaza y, aprovechando que subía la marea, dejó que la barcaza real fuera deslizándose corriente arriba hasta Chelsea.

Con él iban unos cuantos aristócratas, para disfrutar del paseo.

Y en otra barcaza, al lado suyo, una orquesta relativamente grande para lo que eran las de aquella época, interpretó una pieza compuesta por el maestro Händel para la ocasión: una serie de movimientos orquestales muy alegres, en tono mayor, esta Música acuática que ahora la conocemos agrupada en suites.

Händel, alemán de origen como el propio rey, había viajado por el continente, incluida Italia, y fue maestro de capilla de Jorge cuando este era sólo el príncipe elector de Hanóver. Marchó a Inglaterra en tiempos de la reina Ana. Se suponía que iba a enriquecerse gracias a la ópera, que era lo que en aquella época podía llenar los bolsillos de los músicos. Como poco después su antiguo señor se convirtió en rey de Gran Bretaña, hay mucha leyenda y película montada con si fue en realidad una avanzadilla, o un espía. Muy teatrero pero realmente no hay pruebas.

El rey quedó tan complacido con esta Música acuática que Händel le compuso que la escuchó más de tres veces durante su viaje, de ida y vuelta, por el Támesis. También debió gustar al montón de londinenses que se lanzaron al Támesis en sus embarcaciones, y todos aquellos que se acercaron a la orilla para escuchar, en aquella noche mágica de verano, esta música maravillosa que se deslizaba ante ellos por el río.

En La discoteca ideal de música clásica, de Kenneth y Valerie McLeish, Enciclopedias Planeta, 1996, dicen de esta pieza:

Tiene la adecuada sonoridad propia del «aire libre», realzada por los oboes y las trompas de la orquesta y por la sencillez nada esforzada de sus melodías y su armonía. Es música ligera, con la única pretensión de entretener, y sus brillantes pasajes rápidos y adornados y sus airosos contrapuntos nos muestran al Händel más festivo.

Esta obra maestra de Händel ha sido objeto de muchas grabaciones, emparejada normalmente con la Música para los reales fuegos artificiales, que data de tres décadas después. Además, hay varias versiones, organizando cada uno a su manera los distintos fragmentos. Hoy en día se prefiere la más cercana al original.

Recomiendo la de Trevor Pinnock con The English Concert que usa instrumentos originales.

En You Tube podemos encontrar una grabación de estas dos conocidas piezas de Händel que se interpretaron en los PROMS de 2012:


domingo, 1 de abril de 2018

#24 Clípeo en Santa María del Naranco

Por Ecelan (2008)
[GFDL o CC BY-SA 4.0-3.0-2.5-2.0-1.0]
via Wikimedia Commons



Ubicación: Santa María del Naranco, Oviedo (España)
Fecha: 842
Época: Arte asturiano





El otro día hablé del edificio que se alza en las laderas del monte Naranco, en Oviedo (Asturias). Hoy voy a hablar de las artes figurativas del arte asturiano.

Como podéis imaginar, se conservan pocos restos. Se trata, sobre todo, de relieves dentro de los edificios. No son sólo adornos, sino que transmiten mensajes religiosos.

Lo que más me gusta de estos elementos escultóricos tan modestos es que en realidad, tienes que fijarte mucho para ver qué está ahí representado, y luego pensar qué significado o sentido trascendente tiene. 
Qué ves tú y qué veían aquellos cristianos de mediados del siglo IX, en un pequeño reino entre las montañas y el mar, con una gran potencia al sur, mucho más refinada y poderosa, y de una religión diferente.
Hay relieves en las jambas de San Miguel de Lillo, por ejemplo. Pero yo me quedo con los clípeos de Santa María del Naranco.

Un clípeo, en arquitectura, no es más que un medallón de forma redondeada. La palabra viene de un escudo abombado que usaban los antiguos griegos y romanos.
Aparecen en las enjutas (los huecos entre los arcos). El que he traído aquí como ejemplo tiene una parte redonda y otra alargada por encima. En la parte superior se ve una cruz patada, que recuerda a la de los caballeros templarios, solo que estamos en el siglo IX y esa orden aún no se había creado, así que no dejéis volar vuestra imaginación. En realidad, lo que representa es una cruz de la victoria, con las letras alfa Α y omega ω (principio y fin) colgando de sus brazos. Fue un emblema fundamental del nuevo reino cristiano.
Y como ejemplo tenemos las dos cruces que se conservan en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo. La más antigua, llamada Cruz de los Ángeles, fue realizada a principios del siglo IX, y la donó a la catedral, en el año 808 (o sea, más de treinta años de que se erigiera Santa María del Naranco) el rey asturiano Alfonso II el Casto. Es la que serviría de inspiración, en su caso, para las cruces representadas en Santa María del Naranco.
Zarateman, via Wikimedia Commons.

La segunda es la Cruz de la Victoria, de un siglo posterior a la de los Ángeles. Fue donada por el rey asturiano Alfonso III el Magno a la catedral en el año 908. 


Esta Cruz de la Victoria es la que se ha convertido en símbolo del Principado de Asturias. Figura tanto en su bandera como en su escudo.
(Para los que sois de fuera, aclaro. Se llama Principado de Asturias a esta comunidad autónoma porque ese es el título que llevan los herederos a la corona española. Lo mismo que el Delfín de Viennois para la monarquía francesa o el príncipe de Gales para la británica, es el Príncipe de Asturias para la corona castellana; en la corona de Aragón el heredero es príncipe de Gerona, duque de Montblanch, conde de Cervera y señor de Balaguer, y para Navarra, príncipe de Viana. Actualmente todos estos títulos los ostenta Leonor de Borbón Ortiz, con lo que actualmente tenemos una princesa de Asturias).

A lo que vamos, que me voy por los cerros de Úbeda. Debajo de la cruz encontramos un redondel que tiene en el exterior dos círculos tallados en forma de soga o cuerda; entre ellos, otro más ancho con motivos vegetales, racimos y hojas me parece distinguir.
Dentro de este donuts, en el círculo interior, si nos fijamos bien, tenemos una representación estilizada de un árbol de la vida con dos animales a los lados, que he visto identificados en mi libro de arte como dragones. Aquí es donde se ve mis limitaciones en materia de teología y simbología cristianas, porque no lo entiendo del todo. El dragón, en el cristianismo, simboliza el mal, un bicho al que matar. 
Sí que me resulta curioso que el árbol de la vida se asocia a dragones en dos mitologías ajenas al cristianismo. En primer lugar, el Yggdrasil, que es el nórdico, tiene a sus pies al dios Heimdall, que lo protegía de los ataques del dragón Níðhöggr. En segundo lugar, en China, sí, se ha encontrado una escultura de un Árbol de la Vida con un fénix y un dragón, pero ahí tiene más lógica, porque para la cultura china el dragón es un símbolo positivo, representativo de la inmortalidad.

El Árbol de la Vida u Hom era un tema muy apreciado por los escultores medievales. Es un motivo de origen oriental, siendo muy habitual en el arte del antiguo Oriente Próximo y Medio, y en el Mediterráneo que a este árbol lo flanquearan dos animales enfrentados, como por ejemplo íbices.
En el cristianismo, representa la idea de un estado inmaculado de la humanidad, en el pasado anterior al pecado original. Al asociarlo con la cruz, transmitía el mensaje de que a través del cristianismo se podía llegar de nuevo a ese estado feliz. De esta manera, el Árbol de la Vida se convierte en un símbolo de Jesucristo.

Así que sí, en el arte no hay nada totalmente original, y la iconografía que encontramos en Santa María puede rastrearse, muchas veces, hasta influencias orientales. Por ejemplo, encontramos parejas de aves que recuerdan a las representadas en telas sasánidas que, procedentes de Persia, llegaban a Europa como artículos de lujo.
 Para saber más de la iconografía en Santa María del Naranco, aquí hay un artículo muy bueno. Ya digo que a mi me encanta eso de fijarse bien en las cosas. Es además muy relajante. No puedes decir, ¡ah, un pájaro! sin más,... No, fíjate bien que es un pavo real, que en el cristianismo es símbolo de la vida eterna, y fíjate que lo representan de una manera muy similar al arte persa de la época.

Y como este es mi blog y pongo lo que me apetece, no puedo dejar pasar una imagen que me encanta. Es el Puente romano de Cangas de Onís, una de las puertas a Picos de Europa, mis montañas, ahí en Asturias, la comunidad prima-hermana de la mía.  
Por Urasama, vía Wikimedia Commons


 Montañas, arte antiguo, simbología, naturaleza, ¿qué más quieres? Cuando a los promotores del turismo asturiano se les ocurrió aquello de «Asturias, paraíso natural», dieron en el clavo.